Hablamos en la anterior
entrega de la necesidad clave de la “desidealización” (o el esfuerzo por romper
toda “idealidad” y mantenerse en el propósito estricto de la liberación
concreta y colectiva) como necesidad clave en la reconstrucción del quehacer de
izquierda. Decíamos que el subcomandante Marcos hace lo suyo en ese sentido
eliminando a su personaje Marcos, siendo sustituido en el mando por el
subcomandante Moises. De esta manera queda un mando plenamente indígena en una
pelea fuera del tiempo y espacio del contexto político oficial del Estado
mexicano. La desidealización opera como un intento de acabar con el mito de los
comandantes providenciales. Es la profundización del ejercicio de “otra
política” que se esmera, mas que en vencer en un tiempo corto y calculable, en
generar los insumos culturales y políticos de una victoria posible de largo
plazo donde el zapatismo tan solo cubre un momento de la experiencia batalladora.
Se entiende así como parte de un todo global rebelde sin otro centro que la
lucha propiamente y su articulación necesaria. La fuerza acumulada la ha puesto
al servicio de la generación de una ciencia particular (ciencia porque es
certeza) y necesaria para la generación de “Buen Gobierno” de forma absolutamente autónoma a
la civilización burguesa; y para ello no han hecho mas que inventar formas y
contenidos del derecho a un nuevo vivir comunitario que se han ganado con su
lucha.
El ejemplo zapatista contra
quien se redoblan las críticas en la medida en que ha perdido eco en el mundo
(dejó de ser el gran espectáculo que una vez fue y ya no sirve a las
idealizaciones para lo cual lo utilizaron), es en definitiva uno de los más
importantes paradigmas políticos desde donde se estrena la lucha de clases en
el siglo XXI. Como pudo aceleró la ruptura con toda la herencia nefasta del
socialismo real y nos obligó a empezar otro camino que apenas comienza,
centrada en la distancia cada vez mayor entre política revolucionaria y las
formas establecidas por los poder constituidos por las burguesías mundiales
desde hace mas de dos siglos. La desidealización funciona en este caso como una
ruptura definitiva en contexto particular con el sueño tan practicado por la
socialdemocracia y el revisionismo de aprovechar la forma enemiga del poder
centrada en el Estado y el protagonismo de los individuos mesiánicos. Estamos
dentro de nuestro espacio continental ganando peleas a todas estas formas
idealizadas de la política cruzadas por circunstancias muy distintas si lo
comparamos con el nosotros venezolano, que hay que saber ubicarlas y aprender
de su valor para recoger de esa manera el verdadero proceso revolucionario que
hoy en día estamos viviendo los pueblos nuestramericanos.
La desidealización, vista
como una necesidad imperiosa después de tantas batallas perdidas, es el mismo
paso que en su momento dieron los comunistas en el tiempo de Marx, pero con la
gran diferencia de que en ese entonces se encontraban en un punto de partida,
mientras que hoy en día podemos decir que hasta somos víctimas de un siglo
fallido y vencido por la fuerza imperial de la globalización. La
desidealización en estos momentos necesita de la fuerza lograda en el trabajo
colectivo ya sea en la rebelión o en la construcción de espacios emancipados.
Tomada como intención y como punto de reunión a distancia de los diversos
momentos en que evoluciona el quehacer revolucionario, supone un cuadro de
pensamiento y acción muy particular y realmente “loco” si entendemos a fondo el
gigantesco problema en que estamos metidos subsumidos dentro de un capitalismo
globalizado que ha forzado la distancia total entre la vida humana y el planeta
que la ha parido. La necesidad desesperada de dinero para la sobrevivencia y lo
que él promete si se acumula como riqueza personal en término de realización
artificial de deseos y placeres, va destrozando poco a poco toda nuestra
realidad viva y el goce que supone conocerla, transformarla y reinventarla
colectivamente; es la destrucción de toda alegría. Posibilidad humana que se
pierde cada día más en el ejercicio de los idealismos retóricos y consumistas
dirigidos a la mentira absoluta de la autoafirmación individualista. Esta
anticultura como diría Ludovico Silva nos impiden reconocer los contextos de
opresión y explotación del trabajo en que se soportan, aunque los vivamos en
carne propia. De allí la inmensa tarea que significa la “desidealización” sobre
la cual se funda una nueva ciencia politizada fuera de laboratorios y
especialistas arraigada en la creación productiva desatada colectivamente.
La distancia entre la primera
insurgencia desidealizante y la que hoy nos obligan los tiempos, puede leerse
desde el núcleo de la práctica que en el siglo XIX suponía romper con el mito
del individuo libre y supremo en una sociedad de propietarios de medios que la
ideología burguesa había creado, mientras que hoy en día está atravesada por la
pérdida de radicalidad de las políticas que se dicen identificadas con la causa
proletaria del socialismo. El simple principio de la apropiación colectiva de
los medios de producción social, desde donde se reafirma todo el programa
comunista desde hace mas de siglo y medio, es sustituido por una democracia
borrosa, que reconoce derecho fragmentarios de los pueblos -sexo-diversidad,
derechos étnicos, participacionismo, por ejemplo- mientras deja en manos de la
las clases dominantes las estrategias prácticas hasta de la razón de vivir de
cada uno de los seres que nace en el planeta que no es más que trabajarles a
ellas y convertirse en un consumidor pasivo del basurero producido. En ese sentido y dentro de la práctica
concreta de la izquierda revolucionaria, estamos plagados de problemas que
tienen que ver con esta guerra total entre la idealización y la desidealización
que en razón de la utilidad de este artículo nos gustaría empezar por precisar,
tomando asuntos que nos competen en la actualidad:
1.
Por lo general,
la rebeldía frente al orden del capital, se disuelve en el medio de un mundo
tanto político como social que esta totalmente plagado de idealismos, desde los
más imbéciles y consumistas, pasando por la proliferación muchas veces
psicótica de evangelismos, neoreligiones y creencias hipnotizantes socialmente
sin ningún valor espiritual, hasta su llegada al domo político donde no solo se
enaltece el poder dominante sino el hombre-mujer que lo personifica. Visto de
esta manera cada experiencia colectiva de rebelión en la medida en que se deja
atrapar por la atracción idealizante, en esa misma medida pierde toda su fuerza
originaria. La locura original de cualquier rebelión que avanza se deja
absorber por lo que Marx -ayudándose de la dialéctica de Hegel- llamaba
alienación de la conciencia, donde sin darnos cuenta en algún momento ya no es
la acción política transformadora y el mundo real lo que vale y es debatido
sino el modo en que se habrán de manejar un conjunto de idealizaciones
consolidadas, siempre relacionadas la pragmatismo del poder. La acción política
queda prensada así en el juego ideológico y por debajo del mismo, las
negociaciones de poder de quienes dominan este juego.
Un caso típico que vemos como
se desarrolla en estos días es el congreso del PSUV y la controversia interna
del chavismo a partir de la carta de Giordani. La autocracia creada en estos
seis años de partido de gobierno necesita de alguna manera legitimarse y en la
votación del congreso legalizar el arrastre del inmenso espacio social del
chavismo al punto pragmático de poder en que han ido sometiendo al movimiento popular
chavista. Existe ya una idealización consolidada que luego de la muerte del
comandante Chávez se transforma en una retórica y hasta una estética de la
idealización de los personajes útiles al estamento de poder. El congreso, si lo
vemos en su contradicción interna, no supone otra cosa, que una confrontación
entre una minoría que busca sin mayores esperanzas romper los hilos de poder e
idealización consolidados, para abrir el debate hacia problemas que si van a
fondo harían explotar el gobierno: corrupción, manejos despóticos de la
autocracia interna, desviación completa de las estrategias socialistas, secreto
total respecto a las grandes transacciones de divisas y contratos hechos con la
oligarquía y transnacionales, sinceración del cómo y el quién del desfalco a la
nación de los últimos dos años, necesidad perentoria de retomar caminos de
reafirmación del poder popular y el papel protagónico de la clase trabajadora,
papel del partido en esta revolución interna, su refundación democrática, etc.
Por el contrario este es un
congreso de masas amenazadas si se lleva adelante el pecaminoso acto de la
desunión y la división, por lo cual la idealización se convierte en un deber
impuesto y seguramente admitido por la inmensa mayoría. ¿Qué se idealiza en
forma inmediata?. La estética Hugo Chávez, la realidad del gobierno como
víctima de enemigos que son los enemigos de todos: imperialismo y burguesías
que nunca se han de estudiar en su desenvolvimiento real, acciones políticas
desestabilizadoras que le vienen al pelo a esta idealización. Muy lejos de
esto, el problema es siempre la reafirmación pragmática de los de los poder
constituidos a su interno que se victimizan a través de los medios de
comunicación públicos. De hecho aquí no hay ningún embate cierto del imperialismo
que pueda poner en juego la estabilidad del gobierno. El problema del
imperialismo occidental (EEUU, Europa) con Venezuela, desde el mismo momento en
que se va creando el aparato burocrático-corporativo y los controles de Estado
como forma idealizante del socialismo, es la prioridad del gobierno de sostener
este plan en las inversiones y negociaciones establecidas hacia el ala oriental
de ese mismo imperialismo (Rusia, China), direccionando políticas mundiales que
pudiesen afectar su diseño estratégico hegemónico (las relaciones con Irán y
controversia con la opción sionista en el medio oriente). Frente a a ello el
imperialismo incentiva a través de sus agentes más derechistas algunas
expresiones del neofascismo latinoamericano en función de garantizar un clima
de caos e imposibilidad de ordenamiento del proceso de rebelión de masas. Esto
le ha servido de manera muy efectiva en Venezuela, dando como consecuencia un
pacto tácito con la burguesía nacional y la reapertura de los capitales
norteamericanos y europeos (Chevron, Haliburton, Repsol). La revolución
concreta y autogobernante de las clases trabajadoras queda de esa manera
paralizada ante la desesperación del gobierno de salir de la crisis que el
modelo de capitalismo de Estado lo llevo a corromper por entero, desfalcar la
nación y acabar con el aparato productivo. El pragmatismo como ideología básica
de la dominación justifica entonces cualquier acto que permita mantener en el
poder a quienes están, idealizando una situación revolucionaria que no hace más
que agredir en su realidad concreta. No le queda otra salida, darle respiro a
la rebelión de masas supondría entrar realmente en favorecer una insurgencia
revolucionaria necesaria que el estamento de poder no está dispuesto sino en
evitarla a como de lugar, bajo el argumento de una democracia idealizada,
representativa, que también le toca negar en la práctica al incrementar su
acción represiva y amenazante.
2.
Más allá de los
traumas internos del Psuv, centrados en una historia que se fue desviando hacia
los controles internos de un enorme aparato de masas, tiene que ver
precisamente con los supuestos que operan de manera que el pragmatismo del
poder pueda ser sostenido por toda una ideología que hunde el pensamiento
revolucionario dentro de un debate que a la final no permite romper con los
mitos idealizantes. Si no somos otra cosa que una versión “progresiva” de los
mismos retos que se da a sí misma la burguesía en su papel de clase dominante,
siempre serán los personajes de habilidad política y capacidad de manipular con
las mismas expectativas que una sociedad se plantea dominada por el modo de
vida capitalista, lo que terminen de “representar” estas masas quitándole todo
sentido a la acción revolucionaria. La idealización en este caso es una permanente
actividad de desmotivación a las masas y el pueblo en lucha de ejercer su
derecho a la expropiación de las clases dominantes para sustituirla por una
fatua pelea política, de juegos verbales, que esconden la verdadera opresión
que ejerce en todas sus colores el poder político sobre las clases subalternas.
Tomemos dos de los recursos idealizantes mas importantes que en estos momentos
se convierten en falasias funcionales en este caso a la autocracia dominante:
-
La falasia de la
nación y el control de la economía capitalista: Dentro de las carta enviada por
Giordani, la critica al poder se establece en un parámetro típico de quien
quiere sacarse la culpa de encima del desastre que él mismo ayudó a crear.
Muchas verdades se dicen respecto al problema del liderazgo y de la impunidad,
que tienen que ver con la rápida decadencia que vive la dirección chavista
desde que Hugo Chávez se enferma y luego muere. Pero a su vez deja muy en claro
hasta que punto, esta pequeña burguesía no trabajó sino con parámetros
idealizantes que practicamente toda la izquierda, incluso la más radical,
terminó atrapada en ellos, simplemente porque se trata de formas de control de
la economía capitalista y valorización del trabajo que según los libritos
tradicionales afectan al capital. Dentro de su marco idealizante se supone que
la nación hace la justicia por sus hijos, para ello controla precios, ajusta
arbitrariamente el valor de la moneda, inventa como redistribuir la riqueza,
aumenta salarios, subsidia todo cuanto puede, desde industrias, alimentos,
servicios públicos, nacionaliza empresas. A la final todo este mecanismo se
viene al piso al ser imposible sostenerlo económicamente; la burguesía se ríe y
una que otra reconoce las buenas intenciones. La corrupción y la generación de
una nueva burguesía que se ha aprovechado de todos ellos, termina gobernando el
gobierno y a la final no hacen sino producir mas y mas moneda y que la
población pague su desastre con la inflación y la desvalorización del salario
bajo impunidad total. Giordani y todos ellos no trabajaron en función de
hacernos conscientes de que la justicia y la igualdad teníamos que producirla,
crear nuevas relaciones sociales de producción, acabar progresivamente en todos
los terrenos las divisiones entre gobernantes y gobernados. Es decir, por cada
arroz producido entre todos, esa misma resultante nos da la posibilidad de
acceder a un grado mayor de justicia. Se trabajó en función de repartir una
riqueza generada por unos de los mas despiadados aparatos de explotación y
corrupción en nuestro país que es PDVSA, y allí los resultados.
La nación, su renta
petrolera, la posibilidad del desvío de la renta en favor de los mas
desposeídos, no sirven en este caso mas que de categorías y políticas
abstractas que a la final se desmoronan frente al poderío del piso real
capitalista a nivel nacional anexado a un proceso de globalización imposible de
parar con planificaciones nacionales que hacen de la economía y las relaciones
sociales insertas en ella, un juego a su disposición por decretos y medidas. Se
desmorona por tanto el modelo corporativo-burocrático diseñado desde las
oficinas del ministerio de planificación y la nueva burguesía gobernante se
siente con el poder de entrar “pragmáticamente” en el juego del capitalismo global
y para ello intentan, en otro acto idealizante, un pacto transitorio con la
burguesía mientras termina de desarmarse el proceso revolucionario.
-
La falasia de la
renta petrolera o de la economía rentista: ¿pero de dónde viene esa posibilidad
de estar haciendo diseños de sociedad desde cubículos burocráticos?. Es la
ficción de que una renta así como le permitió a la burguesía hacerse de ella
por décadas, hoy en manos de una “dirigencia revolucionaria” puede servir a la
mayoría desposeída. El dinero es la ficción, sus dólares, sus posibilidades de
manejo interno y control cambiario, sus juegos en bonos y movimientos desde el
Banco Central, la renta generada, crean en todos nosotros la mentalidad del
burgués caritativo que es en definitiva la visión que ha tenido la mayoría de
la población del gobierno chavista en todos estos años. Las gracias se la han
dado por el voto y así se ha reproducido una relación perversa entre sociedad y
Estado. Juan Carlos dirigente del Movimiento Revolucionario Solidaridad de Lara,
en una marcha obrera en estos días por Barquisimeto, terriblemente
criminalizada por las “brujas de siempre del chavismo” un periodista le
preguntaba que tenía que ver esta marcha con la carta de Giordani. Sonriente le
respondió que claro que no, además -le respondía-, ¿qué tenía que ver Giordani
con el movimiento obrero?. Por supuesto estamos hablando de la inmensa
distancia que hay entre una pequeña burguesía congraciada por Chávez en el
gobierno que ahora se alza por la corrosión interna que vive ese mismo
gobierno, desesperada porque su modelo distributivo se va al piso frente al
pragmatismo impulsado por unos “franceses” parece ser, y un movimiento obrero
que nada tiene que ver ni con corporativos rentistas y mucho menos con
“pragmáticos”, se trata de esa ala proletaria que va directo a la toma y el
desarrollo desde su inteligencia y esfuerzo de los medios de producción
necesarios.
La renta petrolera, como toda
ganancia pasiva del capital, esta vez en manos del Estado, si no se cambian
profundamente las relaciones de producción que permiten esa renta, sus frutos
“en favor del pueblo” es pura ficción idealizante. De hecho como lo han
denunciado los Consejos de Trbajadores internos a PDVSA, esta empresa sigue
siendo ordenada y en manos del capital transnacional. El dinero de la renta,
como cualquier otro, a la final terminará en manos de los centros de
acumulación de capital, viejos o nuevos, creados por los agentes que la
controlan. Si la industria petrolera estuviese en manos de trabajadores y
comunidades, si fuese una realidad totalmente transparente y abierta, al igual
que Corpoelec, CANTV, industrias básicas de Guayana, CEVAL, PDVSA industrial,
etc, toda esta ficción idealizante de la “distribución justa de la renta”
desaparecería y sería el proceso autogobernante del pueblo el que vaya
decidiendo desde adentro de esas industrias hacia afuera, el contexto social
para lo cual sirven, el proceso de su transformación en bienes comunes; una
experincia de todo la clase obrera. La estupidez de la renta quedaría
sustituida por una sociedad organizada activa que no solo piensa y produce
petroleo, gas, etc, sino que hace de él el punto de partida técnico para
desarrollar todo el espacio social productivo. De hecho no sería una renta sino
un excedente dentro de un proceso de socialización creciente, dependiente aún
del mercado internacional, pero con la posibilidad de transformarla en una
experiencia productiva desde adentro y un capital socializado capaz de generar
una sociedad cada vez más dueña de sus destinos con posibilidades productivas y
distributivas, de menos en menos dependientes de los circuitos capitalistas
tradicionales.
Esto lo saben perfectamente los compañeros del
control obrero y toda la experiencia comunal real que ha podido acumularse con
tra corporativos y pragmáticos. Fuera de toda ficción idealizante, fuera de los
reclamos de que el estado esté subsidiando una sociedad para a la final quebrar
toda la economía, aparecen los signos de una verdadera sociedad en proceso de
liberación.
Los zapatistas han tenido
toda la razón tratando de crear hasta donde han podido la experiencia real de
“buen gobierno” que necesitamos. En esta experiencia como los marcos
autogobernantes comunales y de control obrero en Venezuela, esta el camino
cierto de la restitución de la izquierda, no hay ningún otro. Mucha lucha
falta, movilización y acción concreta, donde nada tienen que aportar
direcciones políticas que para conservarse en el poder no hacen mas que
trabajar con expectativas totalmente idealizantes de la realidad. Bienvenidos a
la resistencia y a la construcción socialista concreta aquellos que se
preguntan que ha pasado con el programa socialista bolivariano y las tesis de
la corriente histórico-social, que hoy se alzan contra su partido.
Roland Denis